Ayer, a medianoche iba rumbo a casa de mis padres en una combi o pesera.
Frente a mí iba un joven disfrazado de payaso. De clown, para que no se vaya a malinterpretar.
Era uno de esos momentos de incómodo silencio, donde todos, apretujados, la combi iba llena, cuidábamos nuestras carteras, con los rostros con la mirada perdida, pensando en "cada quien su vida".
Sentí envidia del payaso. Era el único con personalidad anónima, a pesar de ser el que menos pasaba desapercibido.
Cuántas veces no he querido tener ese disfraz, el de clown, para ocultar mi tristeza, mi alegría, mi envidia, mi ira, mi cinismo, mi hipocresía, mi vergüenza...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario