lunes, 13 de agosto de 2007

Diario del Ron de Guillermo J. Fadanelli

Lo que publicaré a continuación es un tesoro que rescaté de la basura.

Resulta que el escritor Guillermo J. Fadanelli durante un tiempo publicó en la páguna de la Editorial Moho, un diario, que tituló Diario del Ron, pero de repente, de la noche a la mañana lo borró.

Quizá porque pretende hacerlo libro, aunque ahora esté en Alemania escribiendo uno, lo quitó de Internet, pero yo, el otro día utilizando esa maravilla que es el Google Desktop pude rescatarlo del caché de mi computadora.

O por lo menos pude rescatar una muy buena parte.

VER DIARIO DEL RON

lunes, 6 de agosto de 2007

Texto invitado

Hace algún tiempo conocí a un entonces joven estudiante de periodismo en el Hospital ABC.

Jorge Valdano, el ex futbolista, se había caído de un helicóptero y tanto este joven, como yo, tuvimos que esperar unas horas para saber del estado de salud del argentino.


Es decir, un hombre amante de la literatura y el deporte más bello del Mundo nos había juntado, aunque mi soberbia se encargó de ahuyentar a Raúl.

Pero finalmente, ese caprichoso ineludible, llamado comúnmente destino, me dio una segunda oportunidad de cultivar una amistad con Raúl.

A riesgo de sonar como la Nana Goya, puedo decir que ésta es otra historia, un poco larga y que contaré en otra entrada, ya que el asunto que me ocupa es publicar un texto de Raúl Vilchis, quien ya no es estudiante de periodismo, sino periodista, aunque sigue siendo joven.

Este escrito lo hizo Raúl con motivo de su Viaje a Copa América, que cubrió para la agencia de noticias China, Xinhua.



Depresión post viaje…

Por Raúl Vilchis

Regresé a México de Venezuela con infinidad de historias por contar. Tal vez me he vuelto insoportable hablando tanto como un perdido cuando lo encuentran. Pero en mi computadora empecé a escribir una carta que dejé inconclusa en Maracaibo después de escuchar a Lisa por el teléfono; y después de hablar con ella ayer ya aquí, creí que era necesario ponerle punto final a mi depresión post viaje con este relato.

Me pasó, como es costumbre, que cuando he viajado a otra latitud que no es la mía, siempre recibo recomendaciones, que más bien diría tienen un matiz de prohibiciones: “no camines por tal lugar, no tomes taxis de la calle, ten cuidado con la computadora, no pongas todo el dinero en la cartera, esconde la cámara, cuídate mucho, ten cuidado en el metro, no salgas solo de noche”, entre otras tantas.

Y aunque a mi regreso a esta ciudad me he dado cuenta que la inseguridad ha vuelto a tomar importancia, como en todas las grandes capitales, mucho más en estas de subdesarrollo, me pongo a pensar todo lo que nos perdemos de la vida, cuanta gente dejamos de conocer, cuantos rincones dejamos de visitar, por este miedo que realmente es terrible.

En Maracaibo, donde pasé el mayor número de mis días en Venezuela, parecía que las personas tenían una consigna contra mí. Sentía que era algo personal como los gritos contra al gobierno de Chávez en los estadios. Todo el tiempo me advirtieron que el hotel donde dormí los primeros cuatro días (por la falta de infraestructura los hoteles de paso fueron habilitados por el comité organizador como hoteles de tres estrellas) era muy peligroso y que para salir de ahí sólo debía llamar a una línea de taxis autorizados. También me recalcaron que no siempre se animarían a ir a recogerme porque era una zona muy peligrosa.


SIGUE

miércoles, 14 de marzo de 2007

Alimento para gatos

Por Héctor Cruz

Sé que estoy envejeciendo porque cada vez más el tono de mi voz y mis ademanes son idénticos a los de mi padre. Por momentos siento que él ha tomado mi cuerpo y habla por mí.
Esa voz autoritaria que tanto odié en mi adolescencia, esas frases precisas para toda ocasión de las que me mofaba y juré que nunca las repetiría, ahora gobiernan en mí.
Me duele reconocerlo, pero ya no soy un joven. Apenas rebaso los 30 y mi cuerpo ya está en decadencia. Lo noto en el crujir de las articulaciones, en el reflujo que en las madrugadas padezco, pero sobre todo en el tiempo perdido a lo largo de los años que ha erosionado, con la paciencia del oleaje, mi salud.
Lo peor de todo – usaré uno de los clichés que aprendí desde la infancia—es que cuánta razón tenía mi padre, si hay algo más ingrato que un hijo, es una empresa u organización para la cual trabajes.
Mi progenitor, también profeta de mi destino, auguró: con ese carácter te vas a quedar solo.
Laboro en la sección deportiva del diario más conservador –y algunos dicen el de mayor credibilidad en México-, más de 10 años dentro de una redacción me han vuelto totalmente sedentario, además, tanta es la rutina que padezco, esa forma deprimente de la mecanización, que los últimos nueve años edito las páginas del periódico como quien ha cortado carne de un trompo de tacos al pastor durante décadas.

SIGUE...

jueves, 22 de febrero de 2007

Me dio por llegar al fondo de las botellas, por caminar en las madrugadas en el Centro de esta ciudad, por observar a las prostitutas en tlalpan y en la Merced, por intentar escribir en cuadernos viejos con añejos recuerdos de la Prepa, me di cuenta que el tiempo no va a regresar, tuve ganas de llorar, lo hice, grité antes del amanecer, dejé de escuchar a sabina durante días que parecieron años, le tomé respeto a algunas lecturas de fadanelli, odio que haya borrado el diario del ron, necesito un percudido bar lo antes posible.

jueves, 18 de enero de 2007

Afor(e)ismo

No es bueno trabajar ni para el PAN, ni para la Iglesia.

(Y yo trabajé durante dos años para ambos, hasta que me corrieron de REFORMA).