Ayer viví uno de los peores días de mi vida, sólo comparado con la mañana del domingo 6 de febrero de 2000, cuando desperté y en la televisión, la PFP ocupaba mi hermosísima y amada Ciudad Universitaria.
La votación por el desafuero, avasallante, la "bandera nacional" en la que se envolvieron los diputados del PRI y PAN, salvo casos excepcionales y llenos de dignidad, como el de Campa Cifrián y Vega Galina, y el "estado de derecho" con el que actuaron para salvarnos de un populista peligroso, Andrés Manuel López Obrador, me dieron lástima.
Sentí coraje, ganas de llorar por la impunidad con la que actúan tantos zánganos en la Cámara y que viven de nosotros.
El que no tiene vergüenza y sí la cabeza llena de excremento es ese tipo estúpido y sin argumentos, detestable, llamado Federico Döring. Me dio rabia ver cómo, después de su insípida y banal intervención, se abrazó con sus compañeros de bancada, como si hubiera hecho una gracia, anotado un gol o fuera su cumpleaños.
El día que lo vea lo insultaré, ya que los animales y los propopulistas como yo tampoco tenemos argumentos y sí mucho resentimiento contra los mochos pendejos del PAN.
Últimamente he escrito muchas groserías en mi blog. Pido una disculpa, pero mi enojo es mucho.
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