viernes, 23 de diciembre de 2005

Liliana y Sabina

Sólo una vez he platicado con Joaquín Sabina y fue por teléfono.
-Déjame decirte que tienes una novia guapísima, dijo.
-Tú también, le respondí.
Y no recuerdo qué más platicamos.

Sé que muchos no lo van a creer, pero así fue.

Resulta que en uno de esos festivales de la palabra en el 2004 en el Centro Banamex un domingo iba a estar Sabina. Yo quería ir y no. Sobre todo por la gran cantidad de villamelones que se dejan caer a ese tipo de actos y el mero hecho de compartir el espacio con ellos me incomoda, me hace enfurecer, me da rabia, ira, comezón, etcétera.

Pues ya adentro el Sabina se dejó hacer unas preguntas del público. Después, anunció que iba a firmar algunos discos, libros o lo que fuera. Se hizo la cola infinita. Yo no me quería formar, lo que incluso provocó una pelea con Liliana por mi pasividad. Yo le argumentaba que no me entendía, que aunque adoraba a Sabina no quería sentirme parte de la masa.

Llegó el Canal 22 con la entonces reportera Jacaranda Correa, ahora conductora de Ventana 22 de la medianoche, quien fue maespra de Liliana y mía en la Facultad. Por cierto, me parece muy bella, y aunque estudió un posgrado en la Sorbona nunca logró "aterrizarnos" sus conceptos.

Yo llevaba un disco único de Sabina. Presiento que es único, nunca a nadie le he visto tal objeto. Es un sencillo de acetato de 1986 --hecho en Barcelona-- del disco En Directo, y que encontré por casualidad hace más de 10 años casi casi en la basura. Considero que éste es el objeto más valioso que tengo de Joaquín. Trae de un lado la canción "Zumo de Neón" y del otro, "Cómo Decirte, Cómo Contarte". Ah y tiene un sello de la disquera que dice "Prohibida su venta". A mí, entonces me vieron la cara. yo pagué por él 20 pesos.

Liliana --cuánta paciencia me tiene-- me decía que aprovechara a Jacaranda para colarme hasta Sabina. Yo le décía que no, que no. Pasó el tiempo. Liliana, enojada. Yo, estresado. Cuando decidí formarme como todos los mortales para alcanzar la firma en mi tan preciado objeto, Sabina se levanta y anuncia que se tiene que ir. Pronto lo rodean muchos. Yo entre ellos.

Liliana se colocó en una puerta de salida lateral al salón en donde estábamos y me decía que me fuera con ella. Yo, creyendo que Sabina podría esperar unos minutos más y firmarme, me quedé rodeándolo.

Las cosas se pusieron más pesadas y un grupo de seguridad rodeó al español. De pronto abrieron la puerta donde estaba Liliana y la empujaron hacia el exterior, con todo y Joaquín y Jimena, la novia del Sabina.

Ya afuera, me platicó Liliana, los de seguridad la detuvieron. Entonces Sabina pidió que la dejaran hablar con él.

Lo que pasó después era de imaginarse. Sabina, Liliana y Jimena solos. Una Suburban esperaba al músico poeta y loco. Liliana llevaba su cámara y le tomó fotos a Sabina. Estuvo un rato con ellos.

Liliana llevaba como única superficie de papel el instructivo de su cámara fotógrafica y pues ahí, el Sabina plasmó su autógrafo.

Liliana le platicó de mí, que es mi héroe y nadie lo entiende mejor que yo en todo el mundo. Que tenía un disco único y que en ese momento me llamaría a mi celular.

Fue cuando esa voz que me ha acompañado en las madrugadas, en el día, en la tarde, en la noche, en mis alegrías, en mis tristezas, en mi llanto, en mi risa, en mi seriedad, en momentos estúpidos y cruciales, como fondo en una carretera, con mis amigos y sin ellos, que me ha hecho madurar, entender lo efímero de la vida, las partidas, los regresos, desde adolescente y que lo hará hasta mi último día de vida, me habló al oído.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

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