jueves, 10 de febrero de 2005

El azar, ese fatal destino

Si alguna vez tuviera que nombrar a alguien como el guardián de mis escritos --que son muy pocos y muy malos-- escogería a Óscar Hernández Razo, mi gran amigo desde la Prepa 3 donde aprendimos a crecer juntos, a compartir ideales, tiernos desamores, libros, música, cine (muy poco, a decir verdad), cervezas y a otros personajes entrañables, mientras el bachillerato arrasaba con nuestra adolescencia que estaba deshauciada y llegaría a su fin cuando cumpliéramos 18 años.

Ya casi no lo veo, aunque sea un placer y un gusto y un honor hacerlo. Hace dos o tres semanas fuimos a un restaurant de comida china en la calle de Motolinía en el Centro Histórico, le dije que servían un pato muy rico.

Comimos y regresamos caminando por Madero y justo frente a la Torre Latinoamericana, me suelta. Oye ¿por qué no me avisaste que ganaste una mención en el Concurso Nacional de Cuento José Agustín?

Yo me reí, y le dije que no sabía nada al respecto. Ya después me explicó que una vez estaba buscando información sobre este escritor de la llamada literatura de La Onda, y por casualidad dio con una página de Internet de un periódico local de Guerrero, donde hablaban de dicho concurso y aparecía mi nombre.

Debo decir que sí, que yo participé en este certamen, pero fue en 2003 con un cuento que ahora veo malísimo llamado Por la vida vaga solo un corazón. Es decir, me vengo enterando casi un año y medio después.

Cuando llegué a mi casa me puse a buscar la página, y he de decir en favor de Óscar y la fortuna, que me fue muy difícil dar con ella. No sé cómo le hizo mi el Oscarín, pero la encontró por azar, ese fatal destino.

Aquí está el
pasadizo o en inglés, link.

Me comuniqué con la organizadora del certamen, vía correo electrónico, y me dijo que me habían mandado la Mención Honorífica, pero que la regresó el correo (después de correo algunos ponen "normal" o "convencional", como si el e-mail fuera "anormal" o "inconvencional"), agregó que me la volvería a mandar. Quizá en estos días llegue.

Al principio de este texto, que creo que sólo yo leeré, dije que nombraría a Óscar como el guardián de mis textos, porque ya hubo un antecedente, donde si yo no hubiera sabido de la existencia de una publicación donde se encuentra un relato mío, él me lo hubiera hecho saber.

Hace muchísimo, durante la huelga de la UNAM en el 99, Óscar me informó sobre una convocatoria para el Concurso de Cuento Urbano Guillermo Samperio. Yo me inscribí con un cuento llamado El amor es el demonio, y fue elegido para ser publicado en una antológía que preparó la Delegación Azcapotzalco. Incluso hubo la presentación y toda la cosa en la Casa de la Cultura nosequé de esta demarcación. (No cabe duda, escribo como reportero de cuarta).


Para esta época, yo casi ya no veía a Óscar, y en uno de esos encuentros fugaces, rodeados de chelas en El Oásis o alguna otra fonda o cantina, me informó que tenía este libro. Es decir, si yo no me hubiera enterado, mi gran hermano me lo habría dicho.

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