lunes, 1 de agosto de 2005

Soy un nostálgico de mierda (II)

Quizá el culpable de todo sea mi horario: trabajo sábado y domingo desde hace más de un año. Y estoy seguro que es la primer causa por la que he dejado de frecuentar a mis amigos.

Al único que regularmente veo es al Marte, en parte porque trabaja muy cerca de mí, en parte porque vive muy cerca de mí.

A Angulo ya casi no lo veo. Además cuando lo invito a salir de noche, o me deja plantado, o está muy cansado, o tiene que asistir a algún diplomado, o a sicoanálisis o cualquierpretextoesbueno.

Aunqué ahora que lo recuerdo, él siempre ha sido así.

Rememoro aquellas noches, cuando Eric y yo, en el departamento de इ., como gatos enjaulados, esperándolo para salir a buscar un bar.

E, mientras tanto, hacía tiempo, nos platicaba de sus éxitos laborales, de su ajetreada semana, quizá esperando a que a Eric y yo se nos pasaran las ganas de salir y prefiriéramos beber en el depto E, algo que nunca sucedía.

(Por cierto, tal vez इ. no sea un buen sicólogo, pero es un magnífico anfitrión, siempre quería cocinarnos, y su cantina --bien surtida-- siempre estaba abierta para Eric y para mí, además de que E no toma).

Después de mucho tiempo de convencimiento, lograbámos salir en busca del bar, donde E se quedaba dormido, y Eric y yo platicábamos, disertábamos, reíamos con nuestras ocurrencias o simplemente nos deprimíamos juntos. Eran buenos tiempos...

Después, por obvias razones, y porque E estaba enganchadísimo con Y, prescindimos de su presencia para nuestras tertulias. E no se inmutó.

Con riesgo a parecer cursi, he de decir la verdad: extraño mucho a Eric. Nuestras salidas podían ser literalmente deprimentes, pero eran desahogantes, liberadoras, desestresantes.

Reíamos mucho, pero sobre todo, nos podía dar el amanecer, sole orient (así se dice en latín a los primeros rayos, "siendo el sol de Oriente", frase que es la única que recuerdo de mis clases de Latín en mi fugaz paso por al carrera de Letras en la Fac. de Falos y Yerbas) y sabíamos y aceptábamos las circunstancias a las que nuestras vidas estaban (pre)destinadas.

A veces eran pláticas (cátedras) de cine, por su puesto, de Eric hacia mí. De literatura, de la infancia, de mujeres, de, prácticamente, cualquier cosa.

Releyendo el texto hasta esta parte, parecería que Eric murió. Pero en realidad se unió en matrimonio hace 15 días. Y, además, siempre estuvimos conscientes de que nuestros días (nuestras noches) de fechorías estarían contados.

1 comentario:

Unknown dijo...

Ahora sólo falta que se anime ud. y eso sería todo. A ver cómo se ven las cosas desde el otro lado de la barra del bar, dónde sólo se sirven bebidas y no se bebe ni una gota.
No se deprima es parte de hacerse con la licencia de una cantina.
Saludos,